Siempre es una gran duda si quien comete un acto objetable es por características propias de su persona (constituido por su formación - o falta de ella-, su historia y la ausencia de valores morales) o si son las condiciones las que llevan a los individuos a cometer un acto de ese tipo.
Algunos estudios llevaron a señalar que en cualquier tipo de población (por ejemplo una organización o empresa) existen tres tipos de individuos:
Otro estudio señala que los dos primeros grupos son construcciones ficcionales y que el único grupo que existe es el tercero. Pero para nuestro análisis nos mantendremos, a efectos prácticos, con la tesis original.
Teniendo esta composición ¿qué podemos hacer desde una perspectiva de compliance o de manera más específica implementando un plan de integridad?
Sobre el primer grupo no tiene sentido trabajar. Pero será fundamental hacerlos participar. Ellos se sentirán identificados con la iniciativa y se convertirán en embajadores naturales del programa.
Los segundos, imposibles de convencer. Para ellos estarán los controles internos y las sanciones.
Entonces, nos queda el grupo de los indecisos, este es nuestro público objetivo. Y no es conveniente enfocar los esfuerzos por prohibiciones o señalando los efectos punitivos. Lo ideal sería convencerlos de los beneficios que participen, compartan los valores y ejerciten el gestionar dentro de ese campo de juego. Se trata principalmente de eso, señalar cuáles son los límites dentro de los cuales el partido es válido. Dentro de eso: todo, fuera de los límites: no cuenta. Ese es el gran desafío. Y el Programa de Integridad es algo fundamental: creándolo, formando, comunicando y haciendo que forme parte del día a día en la toma de decisiones,
En Crearis Latam tenemos la experiencia, herramientas y soluciones para implementar el Programa de Integridad que tu organización necesita.